Esta es mi primera Misa en Español en la Diócesis y estoy muy agradecido y feliz de estar aquí con ustedes.
La palabra Jornada o Camino es clave en la Cuaresma, ya que caminamos con Cristo hacia la Pascua. La jornada empezó en el desierto, en las lecturas del domingo pasado, donde Jesús fue tentado tres veces. Una lucha entre Jesús y Satanás, pero Jesús siendo Hijo de Dios sale victorioso.
El Evangelio de hoy nos habla de la Montaña. La montaña es diferente al desierto, en ella hay aire fresco. Debemos subir a la montaña como lo hicieron Pedro, Santiago y Juan con Jesús. Especialmente en la Cuaresma debemos tener tiempo a solas con Dios para orar, debemos presentarnos nosotros delante de Dios quien siempre nos habla.
Elías y Moisés hablan en la montaña acerca del camino de Jesús, de la jornada de Jesús: de su vida, camino a Jerusalén y muerte. Pedro quiere hacer tres chozas y quedarse en la montaña. Pero con Jesús tiene que bajar y acompañarlo en su camino: Jerusalén, la cruz y luego la gloria de la resurrección. Los apóstoles experimentaron desilusión, Jesús tiene desilusiones en su camino a Jerusalén, pero esto nos muestra que Dios ha hecho un pacto con nosotros, al vivir jornadas – caminos iguales que nosotros menos en el pecado.
Jesús ha hecho una alianza de sangre con nosotros. Por lo tanto, El nos acompaña en todas nuestras angustias, miedos, desilusiones. El Cristo que reveló su gloria en la montaña de la transfiguración y en la cruz, está con nosotros y esto nos revela que esta gloria de Dios la podemos conocer ahora, diariamente. Por eso es importante tener momentos de oración con el Señor.
Finalmente quiero decir unas palabras acerca de este momento histórico que vivimos con la jubilación del Papa Benedicto XVI. Debemos admirar al Papa y rezar en acción de gracias por esta gran decisión del Santo Padre. El Papa es el sucesor del mismo Pedro que hoy vimos en la montaña con Jesús. Oremos por los cardenales que se reunirán en Roma en el conclave para elegir el nuevo Papa. La Iglesia es una y necesitamos sentir esa unidad. No importa la raza, la cultura, la nacionalidad, somos católicos todos aquí, en sus países de origen y en todas las comunidades católicas alrededor del mundo.
Debemos seguir a Jesús en la gloria, pero también en lo ordinario de cada día. Que Dios siempre los bendiga y los acompañe en todo momento de sus jornadas y caminos de vida.