El 11 de octubre, nosotros, la Iglesia, celebraremos el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Dicho Concilio fue convocado por el Beato Papa Juan XXIII. Como parte del reconocimiento de este importante aniversario, nuestro actual Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, ha pedido por un Año de la Fe que se celebrará a partir del 11 de octubre. Esta celebración plantea una serie de preguntas:
¿Por qué necesitamos un Año de Fe?
Es necesario porque hay una crisis de fe entre los católicos. Según un estudio por el Grupo Barna que nosotros recientemente encargamos, sólo cerca de la mitad de los católicos del sur de Nueva Jersey, un reflejo cercano de la tendencia nacional, practica la fe. ¿Por qué tantos católicos no participan en la Eucaristía y de los sacramentos? ¿Por qué hay cada vez más indiferencia a la fe? Sabemos que hay un secularismo creciente en nuestra cultura, es decir, la creencia de que la religión debe ser relegada a la observancia privada para los que quieren hacerlo, pero no debería tener cabida en la vida pública.
¿Qué es la fe? ¿Es simplemente un asentimiento intelectual y acuerdo con lo que se reza en el Credo?
La fe no es solamente un ejercicio intelectual. Nuestra fe es la entrega en confianza a la persona de Jesús, y por medio de Él, a Su Padre y el Espíritu Santo. Jesucristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, en un momento en el tiempo se encarnó en el seno de la Santísima Virgen y se hizo completamente humano, mientras y al mismo tiempo, manteniéndose completamente Divino. Jesús ha venido a ayudarnos, a sus hermanas y hermanos, para que conozcamos al Padre, para comprender y experimentar el gran amor que Dios Padre tiene por nosotros, sus hijos descarriados.
Jesús nos dice con Su vida, Su muerte y Su resurrección que Dios nos ama, que el Padre nos quiere restaurar nuevamente en conformidad con Su voluntad para que podamos compartir esa felicidad con la Trinidad en el cielo.
Jesús nos envía el Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad, para darnos el poder con los dones del Espíritu Santo para que por nuestras vidas, palabras y acciones podamos dar testimonio del mensaje de Jesús.
Dios no ama, Dios no nos ha abandonado, Dios tiene un deseo apasionado de que estemos unidos con el Padre, el Hijo y el Espíritu en el cielo.
Entonces la fe es entrega y confianza; y el compromiso con la persona de Jesucristo, con Su mensaje y misión. Con la entrega a Jesús venimos, como Jesús mismo dijo, a conocer y ver al Padre. Al entregarse a Jesús, nuestras vidas están abiertas a la persona y a la presencia de Su Espíritu Santo.
Para entender lo que significa la fe, hemos de reflexionar y comprender la maravillosa realidad de nuestra relación con Dios y la relación de Dios con nosotros.
¿Por qué entonces necesitamos un Año?
La fe no es solamente por 365 días, pero para toda la vida. Sin embargo, es importante, en medio de toda distracción, en medio de toda la confusión en el mundo de hoy, que nosotros, los que somos llamados a la fe por el bautismo debemos centrarnos en lo que significa este llamado.
Es necesario e importante para nosotros el renovar lo que significa ser personas que creen, confían y aman. Este año se pretende que sea un avivamiento en nuestras vidas de la fe de la Iglesia, la cual ha sido celebrada desde hace más de 2.000 años. Es una oportunidad para que unamos nuestras mentes, corazones e intenciones con las de aquellos Cristianos que han sufrido y continúan sufriendo, incluso hasta morir, a causa de su confianza, fe y amor por Jesucristo.