La siguiente carta del Obispo Dennis Sullivan sobre el reciente informe del Gran Jurado de Pensilvania y el escándalo del Arzobispo McCarrick fue distribuida a todas las parroquias para que se leyera en todas las vigilias y Misas dominicales por el párroco, o el sacerdote que celebró la Misa, el fin de semana del 18 -19 de agosto.
Mis Hermanas y Hermanos:
Informes recientes sobre el terrible abuso de niños a manos de sacerdotes en Pensilvania me impulsan a escribirles con franqueza.
Lo hago con el amor de un pastor y con respeto paternal.
Me uno a ustedes para orar por aquellos que han sido traicionados en el pasado por algunos de la Iglesia, y por sus familias, y por los que han sido marcados por esta mala conducta atroz.
Leer sobre el informe del gran jurado de Pensilvania es doloroso. De todos los lugares donde esperamos que nuestros niños estén a salvo, es dentro de nuestras iglesias, escuelas e instituciones. El hecho de que la Iglesia, en el pasado, falló en esta obligación fundamental es desgarradora. Estoy
avergonzado y disgustado por las acciones pasadas de algunos obispos y sacerdotes.
Aún más difícil de leer en el informe del gran
jurado de Pensilvania es la mención de dos sacerdotes de nuestra Diócesis, John Connor y James Hopkins, quienes fueron removidos del ministerio sacerdotal hace años:
— John Connor fue removido del ministerio hace 16 años y está restringido en una instalación especial en Missouri, y
— James Hopkins fue removido del ministerio hace 23 años, declarado culpable de abuso infantil, condenado a prisión y ahora figura en el registro de delincuentes sexuales conocido como la “Lista de Megan.”
Si bien el reporte es un recordatorio importante de pasados errores vergonzosos en la Iglesia, incluso en nuestra propia Diócesis, quiero informarles que
estamos haciendo todo lo posible para proteger a nuestros niños y resguardarlos de cualquier daño.
Desde el 2003, hemos proporcionado adiestramiento de ambiente seguro a todos los niños en nuestras escuelas y programas de educación religiosa. Esta instrucción les permite reconocer lo que constituye abuso físico y sexual, y los refuerza para reportarlo a un adulto. También proveemos entrenamiento a los adultos que están en contacto frecuente con niños para reconocer las señales de advertencia de abuso, y para proporcionarles el conocimiento de cuándo y cómo informar a las autoridades apropiadas. La Diócesis también exige que todos los adultos que
tengan contacto habitual con niños hayan pasado las verificaciones de antecedentes penales.
De acuerdo a un convenio con el Fiscal General de Nueva Jersey, desde el 2002, la Diócesis de Camden ha reportado todas las denuncias de abuso a las autoridades policiales, si la persona que presenta la queja es ahora un adulto no importa cuánto tiempo hace que ocurrió el presunto abuso, y si el perpetrador está vivo o muerto.
Tanto las enseñanzas de la Iglesia como las leyes civiles requieren que el mejor interés del niño sea siempre primordial. Es vergonzoso que, en las últimas décadas, demasiadas personas en la Iglesia hayan fallado en su responsabilidad de mantener a los depredadores lejos de los niños. La Diócesis está tomando todos los pasos posibles para asegurarse de que esto no ocurra en el futuro.
Cualquier persona que haya sido abusada debe denunciarlo a las autoridades policiales. Si un
individuo duda por alguna razón, tenemos un número de teléfono gratuito (1-800-964-6588) para facilitar la presentación de informes. Este número se puede encontrar en el sitio web diocesano, y también está disponible para las víctimas que deseen buscar un asesoramiento profesional para ayudarlos a sanar.
Además, los recientes informes sobre el abuso de poder por parte del Arzobispo McCarrick son repulsivos. Aquellos en posiciones de liderazgo en la Iglesia que hacen mal uso de su autoridad sobre otros traicionan el llamado del Señor que yo, y mis hermanos obispos y sacerdotes, hemos aceptado y respondido. Me he reunido con todos nuestros
seminaristas diocesanos y les proporcioné un
mecanismo de denuncia en caso de que alguien en
un puesto de autoridad intente comprometerlos moralmente. Proporcionaré un protocolo similar a
los sacerdotes diocesanos en su próxima convocatoria en el otoño.
Los sacerdotes del sur de Nueva Jersey que les sirven ahora en nuestras parroquias se esfuerzan por ser hombres fieles y dedicados. Al igual que ustedes, están decepcionados y disgustados cuando leen y escuchan estos pecados traidores contra las
enseñanzas de la Iglesia. Ellos sufren con ustedes,
y necesitan sus oraciones y apoyo.
Finalmente, permítanme decir con humildad que me siento honrado de ser su obispo, y que he aprendido a atesorar a la gente de la Diócesis de Camden. Esto es lo que me impulsa, aunque avergonzado por las fallas de algunos en la Iglesia, para asegurarles que hacemos todo lo que está en nuestro poder para garantizar la seguridad de las personas confiadas a nuestro cuidado. Estos relatos de abusos pasados han
sacudido mi corazón y mi alma, e imagino que a
ustedes también les han afectado. Oro para que ni
su fe, ni su amor por Cristo y su Iglesia, se vean
disminuidos por estos informes horrendos.
Les pido que oren por mí y por todos los sacerdotes y seminaristas de la Diócesis de Camden, para que podamos ser fieles administradores y servidores de los regalos más preciosos de Dios: ustedes, su pueblo.