El poeta Jesuita, Gerard Manley Hopkins, en su poema, “El Naufragio del Deutschland,” poéticamente captura el trágico hundimiento de un barco, el Deutschland, entre cuyos pasajeros estaban cinco religiosas Franciscanas. Ante el sufrimiento, las hermanas rezan para que Cristo “sea un resplandor en nuestra oscuridad”. El resplandor es una referencia bíblica de Cristo la Luz. En estos días la “oscuridad” es muy prominente debido a las consecuencias del corona virus, en nosotros personalmente y en la sociedad. Nunca antes nos habíamos enfrentado algo como esta oscuridad.
Durante la Vigilia Pascual en nuestra Catedral mientras el cantor cantaba el Exsúltet, miré a nuestro pequeño grupo que formaba un círculo alrededor del Cirio Pascual mientras se mantenía la distancia “segura” de cada uno. Incluyéndome a mí, sosteniendo una vela encendida, estuvimos tres sacerdotes concelebrantes, un hermano religioso que era el lector, un músico y fuera de cámara dos “técnicos”. Yo vi “oscuridad” en sus caras. Todo fue tan extraño y sin precedentes en la manera que celebramos la Vigilia Pascual en La Noche de todas las noches.
No había el fuego ardiente iluminando la oscuridad de la noche que vio a Jesús resucitar; no había trompetas para anunciar que Él había resucitado; no había fieles, ni fuera de la Catedral para comenzar la vigilia, ni adentro para la liturgia.
El cantor cantó La Proclamación de Pascua (Exsúltet) que alaba el significado de la noche más santa que vio a Cristo resucitar de la muerte a la vida. Escuchamos su invitación para “Alegrarnos”, para “estar contentos”, para “Hacer sonar en voz alta el triunfo de nuestro Rey poderoso” en respuesta a la Resurrección del Señor de la tumba. Entonces, repitió cinco veces la referencia de “Esta es la noche”, “O noche verdaderamente bendita” “¡Para rescatar a un esclavo nos diste a tu Hijo!” Su muerte y resurrección “disipa la maldad; limpia los pecados; restaura la inocencia a los caídos y la alegría a los que sufren”. Sin embargo, nada de eso fue evidente en los rostros de nuestro pequeño grupo en esa Vigilia Pascual. Una Semana Santa llena de oscuridad concluyó con una Pascua llena de lo mismo.
En algunas excursiones fuera de mi residencia al supermercado o al correo, sigo viendo esta “oscuridad” en los ojos de los rostros enmascarados a mi alrededor. Nuestro Santo Padre Papa Francisco, el Domingo de Pascua pidió por la “victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no pasa por alto el sufrimiento y la muerte, pero pasa a través de ellos, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien”. El Papa proclamó un “contagio de esperanza” en agudo contraste con el contagio del virus.
Mi sugerencia es que todos necesitamos grandes dosis de Esperanza, la virtud que mira a través del sufrimiento a Dios que no está distante. “¡Cristo mi Esperanza ha Resucitado! una antigua petición atribuida a María Magdalena, necesitamos repetir esa oración porque necesitamos que el Señor sea un “resplandor” en la “oscuridad” que este virus nos inflige. La esperanza nos enseña que saldremos de esta “oscuridad”. Que sea erradicado por la gloria resplandeciente del triunfo de la Pascua de Cristo. Dejen que El “resplandezca” en su “oscuridad” y los ilumine con la Luz de su Resurrección.