El mes de mayo, en nuestra tradición Católica, está dedicado a nuestra Santa Madre. Este año, el primer día del mes de María, en respuesta a la pandemia de coronavirus que enfrentamos, el Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, el Arzobispo José Gómez dirigió un servicio de re-consagración de nuestro país a la Madre de Dios, pidiendo por su protección a nuestra nación. Esa tarde, para unir nuestra diócesis con este Acto de re-consagración, recé el rosario con Kelly Moleski, su hija Anna, feligreses de la Parroquia de la Encarnación, Mantua, y Andrés Arango, Director de nuestra Oficina de Evangelización y del Ministerio Hispano. Fue transmitido en vivo para que otros pudieran rezar junto con nosotros, lo cual hicieron, e interceder con Nuestra Señora en nombre de nuestra nación sufriente. Como el 1 de mayo cayó un viernes rezamos los misterios dolorosos del Rosario.
Algo espiritualmente reconfortante se experimentó cuando nos sentamos en la sala de mi residencia frente a una imagen de la Madre Santísima sosteniendo al Niño Jesús, la cual fue un regalo que recibí de mi alma mater, Academia Mount Saint Michael, una escuela preparatoria de los Hermanos Maristas. Los Maristas son una congregación religiosa de hombres dedicados a María y a la educación Cristiana de los jóvenes. Cuando yo era un impresionable adolescente, esa imagen de María abrazando tiernamente al Niño Jesús nos la ofrecieron a los jóvenes los Hermanos como un camino hacia Jesús.
El Papa San Juan Pablo II escribió: “María siempre nos recuerda el valor salvífico de la obra de Jesús, nuestro único Salvador. El creer en Jesucristo no puede dispensarnos de incluirla a ella, quien es su madre en nuestro acto de fe”. El traer a María a nuestras vidas, a nuestros hogares, y a nuestra fe, fue impreso en mí por los Maristas durante mi adolescencia. Que afortunado fui; verdaderamente, que bendecido fui al aprender sobre el amor maternal y personal de la Madre de Dios por mí. A través de los años, en muchas ocasiones, y en una variedad de situaciones, le he pedido su ayuda y asistencia, y a través de María he experimentado el amor de su Hijo, Jesús, nuestro Señor.
Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, nos anima a acercarnos a María durante esta pandemia. Él escribió: “Es tradicional en este mes rezar el Rosario en casa. Las restricciones de la pandemia nos han hecho apreciar aún más este aspecto “familiar” desde un punto de vista espiritual. Por esta razón, quiero animarlos a todos a redescubrir la belleza de rezar el Rosario en casa en el mes de mayo.
En este momento de gran sufrimiento cuando se nos impide reunirnos en nuestras iglesias, invito a los fieles de nuestra diócesis a rezar el rosario en su casa, ya sea en familia o individualmente, pidiendo e incluso suplicándole a nuestra Santa Madre que nos ayude. Los que tienen hijos deben enseñarles las oraciones y cómo rezar el Rosario. Es muy triste que con frecuencia niños que vienen a los programas de educación religiosa no saben las oraciones Católicas básicas. Yo aprendí mis oraciones en casa. Eso es un deber principal de la iglesia doméstica y no de un catequista de la parroquia.
Los Hermanos Maristas me enseñaron acerca del amor maternal de María por su Hijo y por mi. Ella es la Madre de Dios y mi Madre. Unidos en oración con Nuestra Santa Madre, como el Papa Francisco escribió, ella “nos ayudará a superar este momento de tribulación”. Durante estos días de aislamiento, enfermedad y preocupación, que experimentemos la cercanía del Señor Jesús a través del amor maternal de María.
Al concluir el Rosario rezamos, “que al meditar los misterios del Santísimo Rosario de la Bienaventurada Virgen María podamos imitar lo que contienen y obtener lo que prometen”. Que así sea para nosotros. Amén. Que la Santísima Madre de Dios ruegue por nosotros y nos lleve a Jesús.