¿Quién podría olvidar la Semana Santa y el Domingo de Pascua del año pasado? La pandemia estaba arrasando y todo y todos nos detuvimos. Fue todo un reto espi-ritual, el que no fuese posible reunirse como comunidad en nuestras iglesias parroquiales los días santos. Sin embargo, tuvimos la suerte de tener transmisión en vivo para que los fieles en la seguridad de su casa pudieran observar y orar las liturgias que celebran el misterio central de nuestra fe, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo.
Hay indicios de que el virus se está disipando lentamente y las restricciones a las reuniones públicas se están levantando gradualmente. Esta Semana Santa podremos reunirnos juntos en un número limitado manteniendo aun los protocolos del distanciamiento. Muchos más de nosotros hemos recibido la vacuna. Muchos observarán la Semana Santa y la Pascua en su iglesia parroquial. Sin embargo, hasta que la costa esté despejada, los obispos de Nueva Jersey han acordado en continuar la dispensa de la obligación de asistir a la misa de Domingo. Quienes deseen participar personalmente en las ceremonias de la Semana Santa encontrarán sus iglesias abiertas mientras que la transmisión en vivo continuará para los que están en casa.
La Semana Santa es nuestra semana y tenemos que trabajar para hacerla santa. Es santa por los eventos de salvación que se recuerdan durante la semana. La participación en las liturgias, ya sea a través de transmisión en vivo o en persona, ayudan a nuestro crecimiento en santidad. Las ceremonias litúrgicas de la Semana Santa no son una recreación de los aconteci-mientos que rodean la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Por el contrario, a través de ellas entramos en el misterio por el cual el Señor nos ganó nuestra salvación. No es como si estuviéramos viendo un drama o viendo una producción teatral. El Señor crucificado-resucitado está presente como el don de la salvación. Que esta Semana Santa sea un tiempo de re-novación y de gracia para cada uno de nosotros.
La Semana Santa comienza con la liturgia del Domingo de Ramos de la Pasión del Señor que tiene dos partes distintas. La primera parte, la bendición de las palmas para recordar la entrada triunfal del Señor en la ciudad Santa, Jerusalén. Rendimos homenaje alegre a Cristo al igual que la multitud que lo recibió con gritos de elogio y hosanna. La segunda parte, con una emoción opuesta, la pasión del Señor es proclamada y los gritos alegres cambian a los gritos feroces de que lo crucifiquen.
El Domingo de Ramos la Iglesia pone ante nosotros la Cruz del Señor. El signo de nuestra fe que nos identifica como seguidores del Señor crucificado. La Cruz informa nuestro entendimiento del sufrimiento y la muerte. El sufrió y murió por nosotros. San Pablo nos recuerda en la segunda lectura del Domingo de Ramos, que Cristo se despojó de sí mismo y debido a esto Dios lo exaltó a Él. Su muerte en la cruz y su triunfo sobre la muerte son los misterios que se nos presentan cada día de la Semana Santa.
Los tres días del Triduo Pascual, Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo son las celebraciones más importantes de la Iglesia en el año. Si bien son tres ceremonias en tres días, ellas están en una liturgia que presenta la muerte y resurrección de Jesucristo y sus efectos salvíficos para nuestras vidas. Este es el misterio de la fe.
El Triduo Pascual empieza el Jueves Santo con la Misa de la Cena del Señor que recuerda las acciones del Señor con sus Discípulos en su comida pascual, la Ultima Cena. Él les dio un ejemplo a ellos de cómo deben vivir cuando asumió el papel de sirviente de la casa y lavó los pies de sus discípulos más cercanos. Él dijo: “Hagan lo que he hecho con ustedes”.” El lavado de los pies de los discípulos es una homilía visual sobre el amor cristiano. Jesús enseña con ejemplo el nuevo mandamiento, “Amaos unos a los otros como yo os he amado”.
En la Ultima Cena el Señor les dio el don de Si mismo, Su Cuerpo y Sangre, el Sacramento de la Santa Eucaristía. “Tomad y bebed“. Cristo es el verdadero y eterno sacerdote que instituyó la Santa Eucaristía en memoria de Él. Él es sacerdote y víctima a la vez. Como sus seguidores nos reunimos en la mesa del Señor y recibimos la Sagrada Comunión en la que Él está verdadera y realmente presente.
Le sigue el Viernes Santo. Es la Pasión del Señor, Su sufrimiento y muerte en la cruz, ante el cual quedamos sin habla. La postración del sacerdote en el suelo del santuario al comienzo de esta liturgia es un acto de humildad en honor a la humillación del Hijo de Dios en la Cruz. La Pasión del Señor es proclamada; la Cruz es venerada. “Venid, adoremos” es la respuesta de la comunidad a la develación de la Cruz. Si. Adoramos a Cristo y lo bendecimos. Por su Santa Cruz ha redimido el mundo. La voluntad del Padre se ha hecho en la Cruz. El Viernes Santo concluye con la recepción de la Santa Comunión.
Le sigue la Vigilia Pascual del Sábado Santo. Tiene lugar en la oscuridad. El fuego pascual ilumina las tinieblas. Esta es la noche de nuestra pascua, de la muerte a la vida en Cristo, en quien somos bautizados. El agua es bendecida y esparcida para recordarnos que somos purificados del pecado en Cristo. Recordamos que Él vive.
Él ha resucitado. Él murió y resucitó. A través de las aguas vivas del Bautismo estamos en Él y Él está en nosotros.
Amanece un nuevo día. El día del Señor. El día que el Señor ha hecho. El Domingo de Resurrección. Pascua. El primer día de 50 días de celebración continua que Cristo vive. Él ha resucitado. Nosotros estamos resucitados en El.
Que la Semana Santa del 2021 nos acerque a Cristo que por nosotros murió en la Cruz y resucitó al tercer día.