La Semana de las Escuelas Católicas es una celebración anual de la gran misión de la educación católica. El tema de este año celebra las Escuelas Católicas como Comunidades de Fe, Conocimiento y Servicio. Las escuelas católicas en nuestra gran nación fueron fundadas y organizas a través de los esfuerzos visionarios de obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, y con el apoyo increíble y generoso de inmigrantes católicos pobres. Al igual que en otras diócesis, esta visión y compromiso con la educación católica es un acontecimiento orgulloso en la historia de la Diócesis de Camden, donde florecieron las escuelas católicas a través del arduo trabajo de la comunidad católica.
Existen diferencias fundamentales entre la educación católica y la educación secular. Estas se expresan en el compromiso con el Evangelio de Jesucristo, que impregna todos los aspectos del currículo de la escuela católica. Otra diferencia tiene sus raíces en la dignidad dada por Dios a cada persona humana, que desafía a todos los estudiantes a respetar esa presencia en todas las mujeres y los hombres. La educación católica se fundamenta en la verdad de la fe católica según es predicada e interpretada por la Iglesia a través de los siglos. Estas diferencias hacen que nuestras escuelas logren la preparación de los estudiantes para el éxito en esta vida a la vez que los enfoca en el objetivo final de nuestra vida, que es alcanzar la vida eterna con Dios.
Las escuelas católicas enfrentan enormes desafíos. La inscripción es un factor crítico. Algunos de los retos de inscripción se deben a los cambios demográficos y la reducción en el tamaño de las familias. Otro de los retos de mayor preocupación para mí como su Obispo, es la creciente secularización de nuestra sociedad – una secularización que minimiza o elimina el valor de la educación TOTAL de la persona, que incluye el cuerpo, la mente y el ALMA. Les pido a los padres que reflexionen si pueden permitirse no dar este tipo de educación a sus hijos. Esta es una manera en que los padres cumplen con las promesas hechas en el bautismo de sus hijos.
Muchas de nuestras familias se enfrentan a retos económicos que les impiden ofrecerle a sus hijos una educación en la escuela católica, que muchas generaciones anteriores fueron capaces de proporcionar a través de la generosidad de toda la Iglesia y el compromiso de las comunidades religiosas. Hago un llamado a todos los que se les dio el gran regalo de una educación católica a comunicarse con su “alma mater” u otra escuela católica para expresarle su agradecimiento por la educación católica, y brindarle apoyo con su tesoro, tiempo y talento. Les pido que cada uno de nosotros hagamos lo que podamos para alentar y apoyar a los que quieren una educación católica pero no tienen los recursos para obtenerla. Por último, los reto a comunicarse con sus funcionarios públicos y a presionarlos para que provean ayuda a nuestras escuelas católicas.
Cuan orgullosos debemos estar de nuestras escuelas como comunidades de fe donde la creencia en Jesucristo y su Iglesia impregna el ambiente escolar; como comunidades de conocimiento, donde el aprendizaje serio y la educación se llevan a cabo para desarrollar mentes que piensan y entienden, y como comunidades de servicio, que miran más allá de la puerta de la escuela al resto del mundo con preocupación, especialmente por los más pequeños entre nosotros.