Es una de las grandes historias del verano: a medida que decenas de miles de inmigrantes de América Central llegaban a la frontera con Estados Unidos, el público estadounidense observaba con una mezcla de compasión y a veces desprecio a su desesperada situación. Mientras la mayoría de los líderes políticos se enfocaron en enviarlos de vuelta lo más rápidamente posible.
Brian Wagner, 48, un trabajador de Caridades Católicas en Vineland, reaccionó de manera diferente: se ofreció a ayudar. Un veterano militar educado en logística que utilizó para ayudar en New Jersey a los afectados por la gran tormenta Sandy, Wagner pasó gran parte de julio en un centro de reasentamiento en McAllen, Texas.
Se trata de “compartir el amor de Dios,” dijo sobre su experiencia en una entrevista telefónica durante un breve descanso. Estuvo acompañado por Nancy, su esposa, quien también se ofreció como voluntaria. Ellos respondieron a una llamada de auxilio enviada por Caridades Católicas de la Diócesis de Brownsville, ubicada en la frontera entre México y Estados Unidos.
El trabajo era para todos los usos: Brian alternó como consejero, guardia de seguridad, limpiador de carpas, conductor, acompañante de los medios de comunicación, preparando café – lo que hiciera falta para ayudar. Nancy compilaba datos, proporcionaba orientaciones y servía el desayuno, entre otras funciones.
Mientras la atención se ha centrado en los niños no acompañados que hicieron el largo viaje a través de México hasta la frontera, la instalación de McAllen procesaba niños acompañados por un padre o protector.
A veces el centro, ubicado junto a una iglesia Católica, atendía hasta 200 personas al día. Otros días el número bajaba hasta 40.
A las familias se les dio ropa nueva, comida ofrecida por el Salvation Army, carpas de refugio y luego un autobús hasta la estación local de Greyhound. Allí ellos serían enviados tan lejos como al estado de Washington y Rhode Island, donde vive algún familiar o amigo que habían comprado boletos para ellos. A cada migrante se le dio una fecha de corte que determinará su situación jurídica legal.
Casi todas las familias provienen de Guatemala, El Salvador y Honduras, pero otros llegaron de lugares tan dispersos como Brasil, Albania y Cuba.
El centro estaba lleno de niños, dijo Wagner, en su mayoría con sus madres, a veces con sus padres.
¿Por qué emprendieron lo que se ha documentado ser un viaje peligroso?
“La mayoría dicen que es por la violencia, la pobreza y temor por las vidas de sus hijos,” dijo Wagner. Porque los inmigrantes llegaron a Texas estaba fuera de su tarea. Wagner se centró en lo que debía hacerse para suavizar su transición a dondequiera que finalmente lleguen.
La experiencia de Wagner – ocho años en el ejército combinado con liderazgo en el alivio de la tormenta Sandy y su conocimiento de español – lo han capacitado para “ver la tarea en cuestión y hacer el trabajo”.
Para el 25 de julio, estaba preparado para salir de Texas y volver a sus deberes con Caridades Católicas en Vineland. Aún así, la entrada de migrantes permanecía sin disminuir.
“No veo ningún final a la vista”, dijo.
Se le preguntó cómo aconsejaría al Presidente Obama o a los líderes del Congreso sobre el manejo de la crisis, Wagner dijo que en su tiempo en Texas no encontró ninguna solución fácil. “No tengo idea. No sé cuál es la respuesta.”
Sin embargo, él sabe que, el que los estadounidenses compartan el amor de Dios a través de la labor de agencias como Caridades Católicas será esencial para resolver la crisis.