El viernes de la semana pasada fue una noche muy especial. Olga Ardila, una señora que conocí a través de la iniciativa de inscripciones Latinas en nuestras escuelas católicas me invitó a celebrar una noche de velitas con mis niños. Aunque soy Latina, en mi país, Republica Dominicana esta no es una de nuestras tradiciones. Así que con el deseo de conocer de qué se trataba y su significado acepté la invitación.
Al llegar a casa de Olga me impactaron las luces y el lindo ambiente que había preparado para esta celebración. Esperaba que el evento consistiría en ver algunos niños encendiendo velitas solamente, pero la tradición era más que eso. Comidas navideñas, entremeses, vino, dulces y regalitos para los niños, celebración y sobre todo mucha alegría de estar juntos. “¡La idea es reunirse y disfrutar en familia de esta tradición que empezó en honor a la Virgencita!” cuenta Olga.
Andrés Arango, director del ministerio hispano, al contarle mi experiencia me comentó: “Es tal vez el día del año que más extraño y en el que siento nostalgia de no estar en mi tierra Colombia. Tengo grandes recuerdos de mi niñez celebrando este día en honor a la fiesta de la Inmaculada Concepción.”
La noche de velitas se celebra en Colombia con mucha emoción como una vigilia en anticipación a la fiesta de la Inmaculada Concepción proclamada por el Papa Pio IX el 8 de diciembre del 1854. ¡La noche del 7 toda Colombia se ilumina con luces y faroles en las calles, los árboles, las ventanas y hasta en el cielo!
Al mudarnos a Estados Unidos muchos de nosotros tratamos de mantener vivas nuestras tradiciones y nuestra fe y pasarlas a nuestros hijos, eso es lo que simbolizaba esta celebración para mí. Olga, con solo tres años en el país ha conseguido conectarse con muchas familias Latinas a través de su escuela, de la iglesia, del Instituto Ministerial Eclesial de Camden (IMEC) y de sus clases de inglés. Lo impresionante de la noche fue ver como ella logró reunir a mujeres que nos conocíamos entre sí y la alegría y camaradería que mostrábamos al compartir nuestras experiencias y culturas. Aún más gratificante fue encontrarme allí con mamás Latinas con niños en diferentes escuelas católicas del Sur de Nueva Jersey con las que de alguna forma u otra yo había interactuado a través del trabajo que hago en Diócesis de Camden. Había representación de escuelas como: Resurrection Catholic School, John Paul II, Guardian Angels, PVI High School, Holy Angels, Our Lady of Hope School. Fue muy gratificante ver que nuestra comunidad Latina en nuestras escuelas católicas crece y buscamos oportunidades de compartir las tradiciones culturales y los valores que queremos inculcarles a nuestros hijos sin importar de donde vengamos.
Estaba rodeada de mujeres educadas y talentosas en casa de Olga. La mayoría de ellas inmigrantes con carreras profesionales y con trayectorias de vidas increíbles en la lucha constante por un mejor mañana para ellas y sus familias. Algunas con títulos universitarios de Universidades Estadounidenses y otras con títulos y carreras en sus países de origen que se ven limitadas por las barreras del idioma. Escuchar la importancia que estas mujeres atribuyen a la educación de sus hijos y a inculcarles buenos valores cristianos dice mucho acerca de la ventaja de darle la bienvenida al pueblo hispano en nuestra diócesis, en nuestras iglesias y en nuestras escuelas.