El Niño Dios ha sido muy importante en mi familia, particularmente mientras que nos preparábamos para celebrar la Navidad. Fue mi abuelita quien regaló a mis padres su primer Niño. Con gran dedicación mi mamá vestía la imagen que permanecía cubierta hasta la Noche Buena. Siguiendo la tradición, mi mamá regaló su primer Niño Dios a la familia de mi hermano. Hoy mis sobrinos alaban al Niño Dios con villancicos y besos—de la misma manera que yo lo hacía cuando niña.
Se le conoce al Niño Jesús con varios nombres alrededor del mundo: Niño Jesús de Praga, el Divino Niño, el Niño de la Espina, Bambino de Araceoli, Santo Niño del Cebu…entre otros. Hace poco tiempo tuve la oportunidad de conocer algo de la celebración del Niño Viajero, una fiesta ecuatoriana. La comunidad se prepara para la fiesta con novenas y eventos desde el primer domingo de adviento. Estos eventos conmemoran el viaje de José y María a Belén. El día prominente es el 24 de diciembre cuando la comunidad con carros alegóricos representando escenas de la sagrada familia, reyes magos, ángeles, y pastorcitos llevan en andas la imagen del Santo Niño. Se continúan las procesiones el día 1 de enero y finalmente la víspera de Epifanía en la que se celebra a todos los niños con regalos.
Estas y otras tradiciones familiares y culturales durante este adviento y navidad nos ayudan a mantener el foco de este tiempo litúrgico, la encarnación de Dios en un bebé. Las palabras del ángel a los pastores, fueron “No teman, pues les anuncio una gran alegría….encontrarán un niño en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 10,12). La alegría de la navidad surge en la admiración y agradecimiento a Dios por haber tomado la fragilidad y humildad de nuestra carne y haber escogido la pobreza de este mundo. Vivimos el espíritu de navidad cuando buscamos a Emanuel, Dios-con-nosotros, entre los que nos rodean, especialmente al más vulnerable. Vivimos la navidad cuando fomentamos los encuentros familiares, cuando nos reconciliamos, cuando renovamos los sentimientos de fraternidad universal y cuando transmitimos a las generaciones más jóvenes los aspectos esenciales de la fe por medio del gran misterio de Belén. Si dejáramos de lado los regalos, el menú de comidas, las tarjetas, …y alguien nos preguntara ¿Cómo celebramos la navidad? ¿Cuál sería nuestra respuesta? Que nuestro esperar en acción nos “conduzca hacía Aquel quien ya vino, quien vendrá, y quien continúa viniendo en los eventos diarios de la vida” (Papa Juan Pablo II).
Hna. Ruth Bolarte, IHM
Directora del Instituto Católico Para la Evangelización, Arquidiócesis de Philadelphia