By Francis X. Rocca
Catholic News Service
SILAO, México –- En su segunda visita a América Latina desde el inicio de su pontificado, el papa Benedicto XVI manifestó su esperanza en un progreso social arraigado en el resurgir de la fe católica.
El mensaje principal de las declaraciones públicas del papa a lo largo de sus tres días en México, del 23 al 26 de Marzo, fue que este atribulado país, y toda la región en general, no puede resolver sus problemas — que incluyen la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la violencia –- siguiendo las recetas de las ideologías seculares. Por el contrario, el papa dijo que la paz y la justicia en este mundo requieren un cambio en el corazón humano que debe estar inspirado en lo divino.
“Cuando se trata de la vida personal y comunitaria, en su dimensión más profunda, no bastarán las estrategias humanas para salvarnos”, dijo el papa en la homilía de la Misa al aire libre que se celebró el 25 de Marzo en el Parque Guanajuato Bicentenario. “Se ha de recurrir también al único que puede dar vida en plenitud, porque él mismo es la esencia de la vida y su autor”.
Haciéndose eco de sus anteriores críticas a la teología de la liberación, un movimiento influido por el marxismo que tuvo destacados seguidores entre los católicos de América Latina entre los años 70 y 80, el papa Benedicto había dicho a los periodistas que le acompañaron durante el vuelo desde Roma que “la Iglesia no es un poder político, no es un partido, sino una realidad moral, un poder moral”.
Sin embargo, dejó claro que esto no significa animar a los creyentes a encerrarse en un tipo de piedad privada y apartada de los asuntos mundanos.
“El primer pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias”, señaló, “tanto en la ética individual como en la pública”.
La esperanza cristiana, dijo el papa ante una audiencia entre la que se encontraba el presidente mexicano Felipe Calderón, no consuela meramente a los fieles con la promesa de la inmortalidad personal.
La virtud teologal de la esperanza, señaló, inspira a los católicos a “transformar también las estructuras y acontecimientos presentes poco gratos, que parecen inconmovibles e insuperables, ayudando a quien no encuentra en la vida sentido ni porvenir”.
Según el papa, una expresión práctica de esta inspiración es la extensa actividad caritativa de la Iglesia, que ayuda “a los que padecen hambre, carecen de cobijo, están enfermos o necesitados en algún aspecto de su existencia”.
Este último punto pareció particularmente relevante en la segunda parte de la visita, que llevó al papa a Cuba del 26 al 28 de Marzo para conmemorar el cuarto centenario de la Virgen de la Caridad de El Cobre.
Las organizaciones caritativas católicas se han mostrado últimamente notablemente activas en Cuba, algunas veces en cooperación con agencias estatales. Tras medio siglo de Gobierno comunista y décadas de ateísmo oficial, el papa Benedicto no podría haber encontrado una evidencia más clara de lo inadecuadas que son las soluciones seculares que en el creciente papel que tiene la Iglesia en el cuidado de los pobres de Cuba.