CAMDEN – Cuando Millet LoCasale era adolescente, iba a misa cada semana con su familia. No le gustaba ir, y a menudo la misa le parecía aburrida.
“Pero Dios, con su asombrosa creatividad, utilizó la música para atraerme”, dice, y añade que se sintió motivada para unirse al coro de la parroquia y aprender a tocar la guitarra. “No entendía lo que pasaba, pero estaba allí”.
LoCasale, que ahora trabaja como ministra de jóvenes y jóvenes adultos en la parroquia de Santa Catalina Drexel, Egg Harbor Township, compartió su historia como uno de los dos feligreses testigos durante el Congreso Eucarístico Diocesano de un día de duración celebrado el 25 de marzo en el Freedom Mortgage Pavilion. LoCasale, que se dirigió a la audiencia en inglés, fue seguida en la tarde por Darvin Díaz, un feligrés de la Parroquia de la Divina Misericordia, Vineland, que sirve como lector y es el coordinador local de IMEC, Instituto de Ministerio Eclesial de Camden, programa certificado de tres años de la Diócesis para la formación del ministerio laico hispano.
“El centro de la Misa es el centro de mi vida”, dijo Díaz, de 27 años, sobre su relación con la Eucaristía. “Cuando el sacerdote celebra la Misa, me siento vivo, y siento que esa es la presencia de Dios”.
LoCasale recordó cómo Dios también se le reveló a través de otras personas en su vida. Ella perdió a su padre en 2011, y su madre falleció más tarde tras una larga batalla contra el cáncer. Eso dejó a LoCasale sintiéndose aislada, sin adultos en su familia a quienes acudir en busca de orientación.
“Me sentía muy sola [y] responsable de mis hermanos”, dijo. “En ese momento, Cristo se reveló a sí mismo… suave y pacientemente conmigo en la Eucaristía, porque eso era lo que necesitaba. Hasta ahí era lo que podía soportar”.
LoCasale recuerda un momento en el que estaba rezando entre compañeros católicos, y sintió la sensación de comunidad que disipó la soledad que había estado experimentando. “En ese mismo momento, el tiempo se detuvo”, dice. “Ya no me sentí sola”.
Díaz explicó que la conversión pasa por una relación con Dios, algo difícil hoy en día, cuando las estadísticas muestran que la mayoría de los católicos no creen en la Presencia Real en la Eucaristía.
“Él está siempre con nosotros, pero no siempre nos concentramos en Él”, dijo. “A veces somos fieles, pero no le sentimos con nosotros. Si quieres esa relación, ábrete a Dios. Acércate a Él en la Eucaristía y dile: ‘Aquí estoy, Señor. No te conozco. No te siento. Ayúdame’”.
Jennifer Mauro, Jefe de Redacción, contribuyó a este artículo.